Tenía que volver.
Tengo un plan a largo plazo. En mi juventud, me siento orgullosa de no importarme por las marcas en mi cuerpo. Tengo estrías porque mi piel creció conmigo. Tengo cicatrices en mis piernas porque escribí mi dolor en mi piel con una cuchilla.
Es gracioso pensar en cómo era yo hace dos, tres años.
¿Cómo lo llamaba aquí? No recuerdo, hablo de Él, la persona que tanto quise, que de manera incómoda y virginal traté de querer en una casa abandonada. La primera vez corrimos el uno del otro. Quería que me quisiera. Y por alguna razón ahora siento lo mismo. Quiero que me quiera. Quiero que me extrañe. Lo extraño. Y eso pesa más que nunca ahora, porque hay un anillo en mi dedo con un diamante que brilla y refracta la misma luz que ilumina mi rostro cuando quiero llorar. Amo a mi prometido. Lo quiero mucho. Es la persona más perfecta que he conocido. Nos llevamos tan bien. Es la primera vez que no tengo que esconder nada. Ni siquiera esto, porque él sabe que me siento extraña.
Pero creo que creé un vínculo con él. No mi prometido, pero con el otro ese. Creo que viene del hecho de que fue la primera vez que pude esconder menos. Seguro, aún había cosas que escondía porque no eramos tan cercanos como pudimos. Pero si hubiéramos tenido menos mierda entre los dos, nada nos hubiera detenido. O al menos eso es lo que me gusta pensar.
Está bien, mentí. Él sabe que me siento rara, pero no sabe que sospecho de mis propios sentimientos. No quiero destruirlo, quiero tratar de destruir esta amenaza pero me siento tan tentada a llamarlo y oír su voz.
Me destruyó oírlo decirme que el tuvo un breve enamoramiento de un día mientras yo estaba lejos, no querría destruirlo diciendo lo mismo.
Tengo que llamarlo.
Mi corazón golpea contra mi pecho,bam, bam, bam, más y más rápido.