Thursday, December 6, 2012

4:17 AM
Estoy llorando, por lo menos lo intento pero no soy capaz. Lo sé, me duele. La soledad es insoportable. Trata de entenderme, Boddah, es el hecho de no tener a nadie a quien puedas decirle "Hola, el día ha sido una mierda, el teclado me do vueltas por dos segundos pero me siento de maravilla por estar hablando contigo". No, no tengo nada, yo n tengo eso, no tengo un amigo. Estoy sola, estoy perdida. No hay nadie, no hay absolutamente nadie y es mi culpa porque no lo jodo todo, todo es una mierda y todo es mi culpa, Boddah, lo entiendo.
Afuera, las aves cantan. Como desearía que se posaran en mi ventana y cantaran mientras me miran, haciéndome sentir que saben lo que siento. Estoy herida, no sé por qué.
Maldición, soy tan patética que ahora sí que estoy llorando por Polly, por un ave, pero para mí no era sólo un ave. Era todo lo que yo tenía, lo único que tenía. No me quedaba nada a qué aferrarme sino a un ave que respondía cuando decía su nombre. Ahora me siento fatal al imaginarlo moribundo, aplastado por un coche o atacado por una mascota como un perro o un gato, o muriendo de hambre. Dios mío, sólo espero que alguien lo haya encontrado y le esté dando cariño y comida, y un lugar donde pueda resguardarse del frío y de la lluvia, porque no le gusta el agua. Espero que lo lleven de paseo, y le hablen, y le digan que lo quieren y que es el ave más linda del mundo. Soy patética, lo entiendo, lo sé, pero no puedo evitarlo. Era importante para mí, era lo que necesitaba para sentir que alguien me quería, que le había dado afecto a un ser vivo y ahora el me tenía afecto. Ahora cantaba y me despertaba golpeándome suavemente en la cabeza con el pico y cantando tan duro que me molestaba. Lo sacaba de mi alcoba y mi pobre ave andaba por la casa rogando por amor. Mierda, lo extraño tanto. No puedo describir el dolor que siento, es como si me golpearan la cabeza contra una pared una y otra veces, hasta que se quebrara como una copa de cristal llena de sangre. Lo extraño y extraño que me despierte a las cinco de la mañana y que se salga de su jaula buscándome. Era muy inteligente, y aprendió a salirse de su jaula en las mañanas para subirse a mi cama. No estoy demasiado triste para llorar, y, al parecer, tampoco para sonreí, porque estoy sonriendo mientras lloro. Los cantos de las aves son hermosos, todo es hermoso. Es como si estuviera drogada: siento un inmenso dolor y al mismo tiempo veo que todo es hermoso. Es tan hermoso, las aves, los almohadones en mi cama con dibujos de flores o sin ellos, el eco de el canto de las aves que da la impresión que el segundo piso de mi casa es un almacén pequeño y abandonado en medio del bosque, donde las aves entran y cantan. Todo es hermoso, hasta estas repetitivas ilusiones visuales en las que el teclado se vuelve un remolino temporal, me duelen los ojos y siento un leve dolor de cabeza. Estoy herida, pero soy feliz; soy pesimista, pero de vez en cuando siento ganas de vivir. No soy ambiciosa, sólo quiero escribir un libro, leer, y que lo que escribo sea leído. Quiero ir a vivir a un pequeño apartamento en Queens o en Brooklyn y tener un mísero trabajo de mesera con el que pueda vivir. Quiero fumar en las escaleras de incendios del edificio y hacer el amor en el tejado para luego ver a los gatos sin hogar posarse allí para descansar. Quiero servir, quiero ayudar, quiero hacer algo. Servir sopa en la beneficencia, llorar en el subterráneo, ser salvada por extraños de una muerte inesperada propiciada por un taxi con una brillante pintura amarilla. Quiero un amigo. Sólo quiero cosas simples, sólo eso. No quiero una televisión enorme, no quiero una inmensa casa con pisos de madera y edredones con plumas de aves dentro, no quiero vestidos ni un collar lleno de diamantes y joyas traídas de un país tercermundista en guerra. No, lo único que quiero es vivir, si me dejan.
Te amo, te extraño, gracias, lo siento.
Ya he llorado lo suficiente, Jesucristo.

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