Tuesday, July 31, 2012

Hemos pasado de la caja de cristal a la casa de madera en medio del bosque grisáceo

Mi padre estuvo alterado estos días, sé que es porque mi primo, el hombre que más le ha ayudado en su vida, llega a eso de las doce de la noche de hoy.
Viene con su hija de 4 años, L, y su esposa francesa. Siento celos de esa niña. Tiene cuatro años, es vivaz, tiene una  madre y un padre que la aman y adoran por sobre todo y su vida es una habitación llena de puertas y ventanas de posibilidades. Y con cada segundo que vive, muere una de las salidas. Siento celos de que tiene la oportunidad de la vida. ¿Qué será de ella? A este momento de su vida, puede ser todo lo que quiera ser. Puede ser una astronauta, o cantante, o policía, o presidente o cualquiera de las profesiones que comúnmente dicen los niños que desean practicar al ser mayores. Yo ya he perdido muchas ventanas y puertas, por cada segundo que pasa mueren cinco salidas en mi habitación. Sin embargo, cada mes nace una ventana en una lúgubre pared de esta alcoba, una ventana con un marco de madera podrida, salpicaduras de sangre y de semen. Son ventanas curiosas, enfermas y agradables para mí. La primera ventana de esas que comenzó a llenas la pared descuidada de la alcoba como una epidemia, me mostraba tras su marco un bello sueño suicida. Luego siguieron más: de prostituta, de asesina, de necrofílica, de zoofílica. Todas esas ventanas tienen algo en común, bien, dos cosas en común. La primera es, como queda obvio, que son ventanas. Todas ellas. ¿Por qué? Simplemente por esto. Las habitaciones que tenemos tienen tres tipos de cosas, aunque es más bien una casa de lo cual hablamos. Poseen puertas, ventanas y conductos de ventilación. Al pasar por una puerta, ventana o conducto de ventilación pasas a un alcoba nueva, y esto se repite y se repite, siendo la última puerta la más grande y común en todos nosotros: la que nos llevará al bosque de la muerte. Las puertas son posibilidades obvias e inmediatas, cosas que son totalmente posibles con sólo mover un dedo. Los niños pequeños poseen más puertas que ventanas o conductos e ventilación, prácticamente sus habitaciones decoradas con alfombras colores pastel y con juguetes de madera y plástico tienen las pareces atestadas de puertas, y una que otra ventana, tal vez un sólo conducto de ventilación. Es porque tienen todas las posibilidades abiertas. Las ventanas son cosas que también pueden pasar, pero debes hacer esfuerzo para subirte al marco de la ventana sin caer y tener el impulso para atravesarla o incluso romper el cristal. Esas aumentan conforme envejecemos. Y los conductos de ventilación son las cosas más difíciles de lograr. Debes sacarle los tornillos a la rejilla que cubre los conductos, luego alzar la oxidada puerta, y por último, arrastrarte entre las apretadas paredes de metal para pasar a otra habitación. Con los conductos avanzamos varias habitaciones, pero el peligro es que puedes sofocarte allí dentro por falta de aire. Pese a ser conductos de ventilación, su uso es únicamente el de ser caminos, el final del conducto que debería ser una salida fuera de la casa (al bosque de la muerte, claro) está sellado y es casi imposible abrirlo.
La segunda cosa que tienen en común todas esas ventanas es, como ya he dicho, que todas contienen paisajes inhóspitos. Y se multiplican con rapidez. No me desagradan.
Volviendo a L, llegan esta noche. La niña no come nada que no prepare su madre. Mientras estuvimos de vacaciones en la playa apenas comía, porque nos alimentábamos en restaurantes, los cuales parecen no gustarle. Prefiere por sobre todo una comida casera hecha por mamá. Cuando lleguen ellos veré si come del Risotto que su madre y la mía planean preparar. Espero que me guste.
Polly tiene la manía de que, cuando comienzas a rascar su cuello, si te detienes y él no está preparado para dejar ir la comodidad, baja la cabeza con cara tierna y adorable esperando que sus engaños inocentes te convenzan de que lo acicales.

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