Saturday, August 25, 2012

No he escrito en varios días. Se debe tanto a falta de tiempo como estado de shock.
Como dije, le había propuesto a J lo mismo que a D. Él aceptó.
El día que íbamos a vernos no fue a clase y me sentí una mierda esa tarde y el resto de la mañana. No fui esa tarde simplemente porque estaba tan increíblemente aterrada que juro que jamás me he sentido tan intimidada en lo que llevo de vida. Acordamos al día siguiente. Fuimos con C, D y una amiga de la que estoy segura está enamorado D y quizás C. Es muy tierno que se enamoren de ella, pero es claro que lo de la importancia en el interior ya se fue a la mierda. No parecen conocerla realmente. Creo que ellos son personas que tienen mucho en la cabeza como para andar con una mujer carismática y bonita pero hueca como un anillo.
Caminamos con ellos un rato y luego nos fuimos los dos solos, J y yo. Entramos a una casa en ruinas que se quemó y está cerca de la casa de D. Allí los dos nos quedamos un rato conversando. Era una forma en que los dos, consientes o no aunque yo no lo estaba, tratábamos de retardar las cosas. Estábamos aterrados. Era la escena más intimidante posible para ambos, y, curiosamente, el momento de nuestras vidas en el cual habíamos sentido más terror. La escena de dos adolescentes vírgenes (aunque él no sepa que yo soy una virgen y ni yo misma esté segura de ello), en el primer momento que se está uno frente a otro mirando algo desconocido. Me tocó, ambos con toda la ropa puesta, las tetas y la entrepierna. Yo cogí su pene en mis manos, con la mano en su pantalón, estando aterrada sin poder moverme. El temblaba, porque todo involucraba tantas cosas que no comprendíamos ni sabíamos qué causaba el pánico. La segunda noche estábamos sólo con C y D. C se fue y yo eché a D. Esa noche fue la primera vez que he visto una estrella fugaz. Pedí que todo funcionara, y aún no sé si la estrella entendió a qué me refería. Ya solos, en el mismo sitio, nos acomodamos algo nerviosos. Yo estaba temblando mucho, él no. No sé, como la vez anterior, si temblaba de miedo o de frío. Entonces resolví calmarme de forma más simple. Le pedí que me pasara su mano y la puse en una de mis tetas. Me tocó una teta con la ropa puesta. Bajó mi blusa y mi sujetador negro y me dejo con una teta al aire, mientras me tocaba. Es la primera persona, al menos que he querido que lo hiciera, que me ha mirado las tetas y las ha tocado sin tela sobre ellas. Me tocó por mucho rato, primero solo me tocaba una pero luego me bajó la blusa para que mis dos pechos quedaran visibles y pudiera tocarlos. Es lo mejor que me ha pasado.
Al revivirlo así he comenzado a temblar de nuevo. Es de noche, tengo las manos heladas, y, de nuevo, no sé si tiemblo por frío, miedo o alguna otra cosa.
Tocarme las tetas por tanto rato lo calmó muchísimo, le sirvieron como unas de esas bolas que compra la gente para apretar y quitarse el estrés. A mí me gustó mucho. Me dijo que jamás había tocado a una mujer y que jamás había hecho eso antes. Era increíble lo placentero que se sentía y lo muy bien que me tocaba para no haberlo hecho nunca antes. Yo empecé a masturbarme, me metí la mano en el pantalón y me toqué por mucho rato. Metí mi mano en su pantalón y sostuve su pene de nuevo, mientras me tocaba las tetas. Trató de meterme la mano al pantalón. Dios y Satanás saben que si no me hubiese sentido atemorizada me habría encantado que me tocara. Tenía mucho miedo para eso, es porque las vaginas son como cicatrices supurantes. Sin embargo, cuando iba a dejar de tocarme las tetas, mucho antes de eso, le dije que no se detuviera. De veras, se sentía increíblemente placentero. Varias veces paramos por creer oír ruidos y fuimos a revisar con un enorme pánico de que nos encontraran así. Yo, con las tetas al aire y una mano en su pantalón o el mío, y él, tocándome las tetas. Un momento que me gustó fue cuando él fue a ver si venía alguien y yo me quedé sentada en el piso esperándolo. Cuando volvió, lo que habría visto (o lo que yo creí que había visto) sería yo sentada en el piso y se vería la silueta de mis tetas. Me hubiera gustado tomar una foto de mis tetas en esa posición. Estaba muy oscuro, pero con los ojos tan acostumbrados a la oscuridad como los teníamos por tanto rato allí se distinguía todo con más facilidad. Luego, todo el momento se jodió.
Estamos escondidos en un sitio que queda en nuestra propia escuela, y uno de los guardias de seguridad nos encontró. Apenas vimos la luz de la linterna entrar ya estábamos listos. Yo me había tapado, ya nos habíamos acomodado bien (en lugar de recostar mi cabeza en sus piernas cerca de su pene, estábamos uno sentado al lado del otro). Nos miramos un par de veces y por un momento creí que a ese hombre no se le daría por ver en el sitio exacto donde estábamos. Apreció. Yo estaba terrada, no estoy segura si J lo estaba. El hombre nos advirtió que podría ser peligroso estar por allí a esas horas (era uno de esos religiosos imbéciles y conservadores, mi escuela es religiosa. Para él, las ocho y veinte de la noche era el equivalente a las dos de la madrugada). Nos preguntó nombres y el curso escolar en el que estabamos. Los dijimos, sin tiempo para pensar si era lo correcto o no. De haber tenido tiempo, al menos yo que soy muy torpe cuando él es capaz de manejar las situaciones con calma, habría sabido que lo correcto era estar calmada y basar mi comportamiento en la versión de lo que el hombre había visto. Le habíamos dicho que estamos allí hablando, así que, al no haber hecho nada malo, no habría de qué preocuparse. En cambio, cuando el hombre preguntó mi apellido, ya después de haber dicho mi curso y mi nombre, yo pregunté "¿Para qué?". Se lo dije pero ahora comprendo mi estupidez, cosa que quizás J sí pudo notar, que ya había dicho mi curso y nombre y, al ser la única de mi curso con ese nombre no importaba si decía mi apellido o no. Ahora me siento estúpida, pero odiaré a ese puto mojigato religioso, al que difícilmente le vi la cara, por haberlo jodido todo y darme un pequeño susto.
Por la adrenalina, según me lo explicó él, en ese preciso instante sentí mucha calma. Conforme pasaron los minutos comencé a desesperarme y a tener ansiedad. Tanto así que, no sé si por hambre o por simple angustia, tenía un fuerte dolor de estómago y ganas de vomitar. Justo después de que nos despedimos de forma rápida y en cierto modo errática luego de que nos echaran, mierda, tenía que ir a la casa de R. Teníamos pendiente editar un documental que nos dejaron de tarea, sobre el medio ambiente. No quedó muy bien, pero pudo quedar mucho, mucho, mierda, peor. Al llegar a casa a eso de las once me quedé despierta quizás hasta medianoche o algo así. Estaba muy cansada, pero también muy ansiosa y nerviosa para dormir. Estaba agitada así que tomé un calmante muscular con la esperanza de que al calmar mi cuerpo calmara mi mente.
Él pensó en el suicidio antes de que eso pasara, me lo dijo.
Sabía que calmar mi cuerpo no calmaría mi mente. Esa noche, mientras me tocaba las tetas y me sentía excitada y relajada al mismo tiempo, mi mente seguía agitada. Así que sabía en mi subconsciente que si J no pudo calmarme a punta de tocarme las tetas una pastilla no trabajaría mejor.
Tomando en cuenta lo que he aprendido leyendo quise concentrarme en pensar en todas las posibles consecuencias negativas antes de hacer cualquier cosa. Pensé en decirle a mi madre que había estado con un amigo charlando esa noche y nos habían echado de allí. Pensé en evitar cualquier posibilidad de que se comunicaran con ella sacándola de la casa (eso funcionó, aunque quizás ni la llamaron) y escondiendo su teléfono celular. Pensé en dejar que las cosas se dieran, no decir nada y si a ella le decían algo contestar que no se lo conté porque no me pareció especialmente relevante que me hubiesen detenido con un amigo por conversar ocultos en la escuela a "altas horas de la noche".
Temía que de la escuela llamaran a nuestras casas y hablaran con nuestros padres respecto a eso. Es una posibilidad. Allí todo lo relacionado con el sexo, incluso fuera de lo que legal y moralmente deberían manejar, se lo maximiza todo lo posible y se lo exagera. Temía que esos religiosos asexuales dejaran volar su imaginación llena de hormonas (que ellos mismo ocultan pero adoran), que está tan infestada de su libido por falta de sexo. Podrían llegar, aunque no tuviesen ninguna prueba de eso además de sacar de contexto las situaciones, a pensar que estábamos allí teniendo sexo.
En fin, luego se lo dije a R porque tenía que decirlo, no soportaba la ansiedad.

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