Thursday, September 13, 2012

Le parece divertido. Suelo hacer lo mismo, sólo que no sé si él lo dice en serio o si en realidad no le parecería divertida mi muerte. Hablo de J. Como su madre es psicóloga, le pregunté si ella tenía somníferos, aunque él me dijo que "ella no era esa clase de psicóloga", de las que te medican hasta acercarte a las sobredosis. Discutí con él algunas formas de matarme. Tengo que ser sincera: oírlo decir que le parecería divertido que yo me matara me dolió. Una opción, suya, decía que me metiera a su casa a las tres de la mañana, simulando a un ladrón, y él se encargaría de matarme. No quería eso. No quiero ser asesinada, deseo el control sobre mi propia muerte. Entonces dije que no. Luego vino la opción de beber lejía. La estuve pensando hoy, la puse como una opción. La cual retiré poco después dado que la lejía tendría que corroer todo mi cuerpo hasta llegar a mi sangre y envenenarme. La opción de la sobredosis, que es la que siempre he deseado, tendrá que ser descartada. No tengo somníferos y la única forma de conseguirlos en con una receta médica que no tengo. Otra opción: colgarme. Ni loca, no quiero colgarme.
Creo que muchos se arrepienten de escoger ese método cuando ya son animales agonizantes, se vuelve un verdadero tormento, sin importar que sea corto, es horrible. Rajarme las venas: No, es largo, trágico y un dolor que no anhelo para mis últimos momentos de vida. Saltar de un edificio: no, no me gusta la idea.
Escribí una larga nota, de unas cuatro o cinco páginas, y sólo dejé que la leyera C. Allí describí que me sentía totalmente ignorada y que a nadie le importaba si yo me mataba, ni a él. Explicaba que no era tan fácil matarse con píldoras como yo creía y que anoche me había visto frustrada al haber visto la opción de la sobredosis. Expliqué que iba a tener que pensar cómo matarme, los síntomas de adolescentes suicidas, que no podía hablar de aquello aunque quiero hacerlo y que le dejaba mi cámara Canon a A. En caso de que finalmente decida matarme, voy a meter la cámara dentro de una caja de regalo. Allí meteré un sobre con los poemas que le he escrito. Le voy a decir que no abra el sobre, que es lo único que le pido, y que espere al ver lo que tiene el sobre hasta esa misma noche. Espero que lo haga.
Al final, por inspiración de Lux Lisbon, escogí algo mucho más simple: intoxicación por monóxido de carbono. No quiero que haya ni las más remota oportunidad de que mi suicidio se convierta en un intento de suicidio. Quiero matarme, no deseo llamar la atención o chillar por ayuda. El problema es que mis padres salen mucho con el coche y cuando el coche está aquí, ellos también lo están. Y mis abuelos, mi abuela y mi abuelo, me dificultan esa opción. Quiero tener un mínimo de una hora y media de tiempo a solas para estar más que segura que ese monóxido de carbono me dejará muerta. Ya superé la empatía con mis padres, sólo debo evitar pensar en mi madre hallando mi cuerpo y llorando sobre él.
No pienses en ello, no lo hagas.
Supongo que tendré que morir sin poder abrazar a J. De verdad voy a extrañarlo, aunque él no vaya a extrañarme o ni le afecte en absoluto mi muerte.
No quiero que se malinterprete lo que dije ayer, que lo quería. Sí lo quiero, aunque no de la forma empalagosa con corazones de caricatura. En absoluto. Yo lo quiero mucho, aunque no así. Es algo que posiblemente jamás sabrá. Muchas cosas que de seguro nadie sabré nunca, porque no soy capaz de decirlas de forma directa o sólo mi deseo de dejar codificados mis mensajes es más que el de dejarlos claros. Buscaré la oportunidad. Por ahora, seguiré leyendo Las Vírgenes Suicidas.
Siento que estoy muy fuera de la realidad. Siento que de verdad he perdido contacto con la realidad.

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