Hoy tuvimos una salida de la rutina escolar: visitamos un museo. Es un sitio interesante, todo es interactivo y hay tantas actividades que me suena a una guardería. Explican de forma gráfica cosas básicas de la física y las distintas ciencias, además hay un acuario. Obviamente, nadie estaba interesado en qué podían aprender con ello, sólo querían ir allí a joder y mover las cosas que hacían ruidos, emitían luces o los entretenían por un rato.
Anduve todo el día de aquí para allá, pasando entre los brazos de mis compañeras de clase y, cuando tenía la oportunidad, vagabundeaba por mi cuenta entre las exhibiciones, los baños y los corredores. Aguanté la mañana entera con una botella de té de limón y un yogurt de fresa. Me la pasé con cara de enojo, tristeza, aburrimiento y vacío. Todo perfecto, nadie preguntó. Permanecí casi todo el tiempo así, pareciendo una muñeca de trapo o como con la mente en otro mundo. Caminé mucho rato detrás de R y M, una amiga que seguro he mencionado antes sin ningún nombre. Yo actuaba como si fuera una madre: caminaba aburrida algo alejada de ellas dos, mientras ambas reían y participaban en las actividades emocionadas; mientras tanto, yo tomaba las fotografías cuando me lo pedían y sostenía el teléfono celular de R mientras ellas corrían. De verdad me sentía como una mujer de cuarenta años o menos que cuida a sus dos hijas mientras envidia a su esposo que pudo quedarse en casa o en el trabajo.
Sí tenía la mente en otro lado. Estaba pensando en lo de suicidarme. Leer Las Vírgenes Suicidas me ha motivado en gran manera a matarme. Casi parece que la valentía cobarde de cinco adolescentes rubias se vuelve tentadora al escuchar sobre ellas. J no fue y, si soy sincera, me pareció mucho mejor así. Anoche fue una pesadilla. Primero, lo que no fue una pesadilla: me lavé el cabello, intenté hacer una vela aromática casera con una naranja y aceite de cocina, (aquí comienza lo que me pareció horrible) para finalmente entrar en un estado de cierto no espacio-no tiempo. Era tan extraño, alucino a cada rato. Apenas tengo memorias de mi vida y el tiempo pasa de manera extraña y anormalmente lenta. Anoche creí haber pasado horas duchándome, luego noté que no parecía haber pasado mucho. Me duché de forma extraña, errática, por así decirlo aunque suene ridículo utilizar esa palabra para describir algo tan trivial. Me lanzaba al cuerpo todos esos productos químicos uno tras otro, mezclando todo y como asfixiándome, haciendo lo posible por huir con rapidez. Se mezclaba el jabón de aroma a coco con el champú de aroma a frutas y se sentía todo tan desagradable y entremezclado que ahora, al querer recordar cómo fue, el recuerdo está recortado y me causa un leve ataque de ansiedad. Irreal y horrendo (me gustó).
Durante el recorrido, busqué numerosas veces a C con la mirada. Lo buscaba entre las muchas personas, y también a D, que, la mayor parte del tiempo, iba con él. Si se me acercaba, me iba en cuanto podía. No quería estar con él, sólo saber que estaba allí, dónde estaba y qué hacía. Parecía ser que temía el que, de un momento a otro, desapareciera. Tendría qué ver con esto de suicidarse, es porque si muero no voy a poder verlo más y temo perderle, porque le quiero. Parecía, de nuevo, una madre. Aburrida entre las exhibiciones para niños curiosos mientras me fijaba en que mis dos hijas y mis dos hijos estuviesen bien. En cierto momento bajé al baño sola, fue una buena oportunidad. Caminé lento, sin prisas por volver con ese grupo de niños que se las dan de mayores. Estar sola fue una bendición. Al principio, bajamos al acuario. En el acuario, haciendo la fila y viendo los peces, tuve otra idea. Me dí tiempo para pensar; era igual, la fila andaba como si hubiese un accidente de tráfico y todos fueran conductores curiosos andando con lentitud junto a la escena. Veía a los peces en las peceras y pensé en el trauma de la pecera, de La Elegancia del Erizo. Pensaba en esos animales, confinados a un espacio pequeño para vivir sus míseras vidas moviéndose en algunos escasos metros, en una caja que, cruelmente, tiene una pared de cristal que les hace pensar en que hay un mundo más allá al que es fácil ir, que ya residen en él. Esos peces son muy similares a nosotros. Quizás vivimos en una mísera pecera de algún museo de historia natural, y creemos que esa pecera de unos cuantos metros es un sitio enorme y apenas podemos descubrir una parte de él. Eso es lo que creen los peces, que su pequeña prisión en realidad es enorme. Miramos fuera y vemos el universo, creyendo ser parte de la inmensidad. Entre tanto, seres más grandes nos miran desde afuera, y nosotros no podemos ver los rostros de los niños pegados al cristal. El guía dijo que los peces no pueden vernos como tal, pero que no tocáramos el cristal porque eso alteraba su pequeño mundo, su tranquila existencia sin sentido. Así vienen los terremotos. Cuando un niño gigante que se separó de las manos de su madre corre excitado hacia una pecera y golpea contra la pared de vidrio. Yo miraba la salida de emergencia del acuario, y pensaba que incluso podría ser fácil sólo salir de allí e irme. Nadie repararía en mí, todos estaban absortos mirando los peces encerrados e igual nadie se fija en mí, yo no llamo la atención.
Comienzo a tener cierto desprecio por J. Quiero que se aleje. Es como yo, eso supongo, y eso es lo que lo hace insoportable. Expresa tan poca empatía hacia todo y tal cinismo a la muerte que es molesto. Aún así, no puedo evitar quererlo mucho. Deseo que se vaya y, al mismo tiempo, que se quede muy cerca. Es una alucinación contradictoria desagradable y agradable.
Creo que podría definir mis sentimientos hacia él con la letra de Aneurysm. Me sorprende que la letra, independiente de su verdadero significado, expresa de forma literal lo que creo, siento y pienso. En especial la frase de Love you so much, it makes me sick. Es totalmente literal. Lo quiero tanto que me siento enferma físicamente (un dolor constante en el pecho, más fuerte en el lado derecho y más molesto en el izquierdo. Además de lo psicológico: desde que lo quiero me siento diferente y perdí totalmente la noción del tiempo, cabe decir que ha aumentado mi deseo suicida). La frase que atribuía a él en la canción, como si la primera parte la cantara yo como un mensaje hacia él (por cierto, la que le atribuía era la de she keeps it pumpin' straight to my heart), en realidad no creo que se la deba atribuir a él. Más bien a mí, cambiando el ella por él. Desearía una sola cosa, sólo una. Que, antes de morir, me diga una vez que me quiere. Sólo quiero saber si represento algo mínimo en él. Es un pequeño deseo que jamás voy a poder cumplir. No represento nada. Antes de irme a casa, C me miró una última vez, inexpresivo desde las escaleras que dan a la primera planta de la escuela. Por un sólo segundo. Casi parecía que me daba una última mirada creyendo que sería la última vez que me vería con vida. En ese instante, pasé de ser su madre a ser su hija. La pequeña hija de papá que algún momento pensó en fornicar con él.
Por cierto, le pregunté a D "Si yo me matara, ¿a ti te importaría?". Me respondió "Obviamente sí, me importaría mucho". Simplemente dije "yo sé que no" mientras él insistía que sí. Fue un lindo detalle, de veras lo quiero. J, en cambio, dijo que le parecería divertido. No sé si habla en serio, en mi punto de vista si él se matara también sería divertido. Si es en serio, soy ridícula. No debo preocuparme por eso, si es como yo entonces le divierte pero, de alguna forma, podría llegar incluso a extrañarme. No lo creo. Tendré que conformarme con que al menos va a recordarme, espero.
Estoy casi segura de que a D le gusta R. Ella se puso a bailar, pegando el culo contra el bulto en el pantalón de varios compañeros de clase. D miraba de forma nerviosa constantemente, o eso me parecía. Si es así, me sentí muy mal por él. Creo que es cierto.
Con él sucede como con A. Lo quiero, aunque no del modo en que lo quiero para mí. Lo quiero del modo en que mi amor es tal que deseo que sea feliz, que vaya a fornicar y a amar muchas veces y termine siendo feliz con alguien a quien ama. Creo que por fin sé qué es el amor, el verdadero, que no desea egoísmos. Es empalagoso, y, a la larga, una experiencia humana que me alegro de haber podido vivir, aunque me cause un molesto dolor físico. Experimento un tipo de amor que no muchas personas pueden experimentar, no es el amor común de "te amo y te quiero para siempre a mi lado". Es un amor tan real como extraño.
Incluso podría decir que, exteriormente, estoy actuando como una persona tan normal que tengo miedo de empezar a serlo. Quien con monstruos luche cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo al abismo, el abismo también mira dentro de ti.
Será una pena si muero sin haber leído al menos una vez a Nietzsche.
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