Wednesday, September 26, 2012

Take a rest, as a friend, as an old memoria. 
Estuve viendo el vídeo de Weird Al Yankovic Smells like Nirvana. Tiene gracia, me gustó.
Tantas cosas. Últimamente, en mi clase, todos saben todo. Mierda, esto me empuja cada vez más, es una soga que se balancea de un lado a otro esperando dar con mi cuello para ahorcarme. Saben lo de D, no sé cómo, pero lo saben. Me siento mal por él, en serio. No le he hablado en algunos días ni él me ha hablado a mí. Se podría decir que estamos peleados. Él no quería que todo mundo lo supiera, me siento como una mierda. Creo que debería disculparme, aunque en realidad lo más digno que puedo hacer es quitarme la vida. Ojalá fuera tan fácil, es tan cercano y tan lejano. Una mierda.
C me preguntó ayer si sí iba a hacer esa cosa con ese compañero de clase. Le dije que no, que ya tenía cigarrillos y no necesitaba eso. Me tomó varias horas darme cuenta de que yo nunca le dije eso. Mierda, todo el mundo sabe todo. No me asusta tanto, lo olvidarán en menos de una semana; para mi suerte, tienen la capacidad de atención de un mosquito. No me molesta eso, sólo jode un poco.
Tuve un sueño hace unos días. En el sueño supuestamente yo recreaba una escena de la película The silence of the lambs. Se suponía que yo había leído tres versiones distintas de la película en la wikipedia y todas comenzaban con una niña pequeña y rubia, con rizos, caminando sola en la calle con un caramelo o un helado en la mano, y que, en base de esas lecturas, venía ese sueño. No sé si tenía claro que era un sueño, sólo sabía que eso era producto de haber leído los resúmenes. En realidad, sobre lo que leí tres resúmenes en la wikipedia  fue de Lolita. Leí el resumen de la primera película, de la segunda y del libro. En cuanto a literatura, el libro es una obra maestra. Sin embargo, la historia es una aberración, una muestra pura de la decadencia social. El fin de las generaciones inocentes.
Siguiendo con el sueño, yo iba con mi padre en el coche de una amiga. Un coche grande y plateado. Casi sentía el peso del aparato. Íbamos por la calle que está junto a la escuela, al lado donde está el portón de la entrada trasera, no muy cerca de este aunque podía verlo. Pasábamos de villanos a héroes. Era de noche, la niña caminaba por la acera con un helado en la mano y mi padre volteó el coche de modo que la mitad de enfrente se subió a la acera, como atropellando a la niña, que desapareció. Las luces estuvieron encendidas cuando vimos a la niña y nos disponíamos a atropellarla  luego, no recuerdo si las luces estaban encendidas o apagadas, o si se apagaron o encendieron de un momento a otro. Sólo recuerdo la oscuridad con una muy leve luz azulada. Según lo leído, yo debía ir, haciendo el papel de Hannibal Lecter, con algunos cuchillos a matar gente. Por la entrada trasera de mi escuela se daba a una edificación grande que parecía más bien una casa de ricos, creo. Era blanca. Al querer bajarme con los cuchillos vi a una figura que, inmediatamente y sin haberle visto ni la cara, identifiqué como el malo y mi padre y yo pasamos a la posición de ser los buenos. Me habría sido útil recordar durante ese sueño el hecho de que en las películas los buenos salen ilesos. La figura caminaba. Nos había visto, pero fingía no hacerlo. Ni lo vi vernos. Continuó. El coche, sin que yo ni lo notara, cambió de posición hacia un lado, dejó de estar sobre la acera. Cambiaba de estar en la calle, en una amplia parte donde se dividía en tres caminos la calle, mirando hacia la intersección de la izquierda y luego estando en la intersección de la derecha. En cierto momento, con el coche de lado, vimos que el supuesto psicópata veía a nosotros. El psicópata, creo, no era el Dr. Lecter, sino que era Freddy Krueger. Tenía un arma que se transformó en un lanzallamas, y ni sé cómo ni cuándo. Antes, yo había buscado con desesperación en los compartimientos de la puerta que estaba a mi lado dentro del coche un arma que, no sé cómo, sabía que estaba allí. Sólo hallé un martillo empaquetado, que pude sacar muy rápidamente del empaque plástico, de marca Black & Decker. El psicópata lanzó una llamarada (fue ahí donde noté que tenía un lanzallamas) hacia el coche, prendiendo la parte delantera de este. Recordé que, según el resumen leído, el debía lanzar otra llamarada que estallaría el coche y me sentí calmada de saber que acabaría. Al parecer Freddy leyó mi mente. Sonrió y, en vez de acabarlo todo, se acercó. Hasta el momento, me había sorprendido de que fuera por acabarnos de forma tan vaga. Me esperaba una larga y sangrienta tortura. Comenzó a caminar hacia mi padre y yo, atrapados en el vehículo en llamas. Su intención era obvia. Mi padre maldijo. Allí sentí una sensación de ahogamiento, una sensación de un horrendo pánico que no había experimentado. Se sentía porque despertaba. Me desperté. El sueño no me asustó mucho, no fue tanto una pesadilla, porque me calmaba el hecho de que no podía volverse real por el momento.
Hoy sí se lo chupé. A ese, mi compañero de clase. Le estuve pasando la mano por la entrepierna en clase y más tarde, en la casa de V y frente a R y otras tres personas, de a momentos, se lo chupé y lo masturbé. No me importó, no significó nada, no sentí nada. Me siento más vacía desde aquello cada minuto. Creí que los cigarrillos podría acabar con eso que suelo usar como escape de ansiedad y de mi profundo vacío emocional. Al acabar, me dio un fuerte dolor de cabeza y quise ir a fumar, pero ellos se llevaron mis cigarrillos que compré hoy mismo y de los cuales sólo había fumado uno. No importa tanto, tengo unos Marlboros y si bebo mucha agua puedo despertarme a eso de las tres de la mañana para fumar en la ventana de la cocina. Esta es una semana religiosa en mi escuela. Cada puta mañana tengo que ir una hora a la iglesia. Es una mierda.
Casi extrañaba oír a Kurt, y llevaba tan sólo un par de días sin oírlo.

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